Post by ¤ Shabu ¤ on Jul 18, 2007 17:31:51 GMT -3
La alquimia es una antigua práctica protocientífica y disciplina filosófica que combina elementos de la química, la metalurgia, la física, la medicina, la astrología, la semiótica, el misticismo, el espiritualismo y el arte. La alquimia fue practicada en Mesopotamia, el Antiguo Egipto, Persia, la India y China, en la Antigua Grecia y el Imperio Romano, en el Imperio Islámico y después en Europa hasta el siglo XIX, en una compleja red de escuelas y sistemas filosóficos que abarca al menos 2.500 años.
La alquimia occidental ha estado siempre estrechamente relacionada con el hermetismo, un sistema filosófico y espiritual que tiene sus raíces en Hermes Trimegisto, una deidad sincrética grecoegipcia y legendario alquimista. Estas dos disciplinas influyeron en el nacimiento del rosacrucismo, un importante movimiento esotérico del siglo XVII. En el transcurso de los comienzos de la época moderna, mientras la alquimia dominante evolucionaba en la actual química, sus aspectos místicos y herméticos se convirtieron en el centro de interés de una nueva alquimia espiritual, en la que las manipulaciones materiales eran consideradas meros símbolos de transformaciones espirituales.
Actualmente la disciplina es de interés principalmente para los historiadores de la ciencia y la filosofía, así como por sus aspectos místicos, esotéricos y artísticos. No obstante, la alquimia fue una de las principales precursoras de las ciencias modernas, y debemos a los antiguos alquimistas el descubrimiento de muchas sustancias y procesos que son pilares fundamentales de las actuales industrias química y metalúrgica.
Aunque la alquimia adopta muchas formas, en la cultura popular es citada con mayor frecuencia en historias y películas como el proceso usado para transformar plomo (u otros elementos) en oro.
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La alquimia como protociencia
La percepción común de los alquimistas es que eran pseudocientíficos, excéntricos y charlatanes que intentaban convertir plomo en oro, creían que el universo estaba compuesto de los cuatro elementos clásicos (tierra, aire, fuego y agua) y empleaban la mayor parte de su tiempo elaborando remedios milagrosos, venenos y pociones mágicas.
Aunque algunos alquimistas eran efectivamente excéntricos y charlatanes, la mayoría eran investigadores inteligentes y bien intencionados, e incluso distinguidos científicos, como Isaac Newton y Robert Boyle. Estos innovadores intentaron explorar e investigar la naturaleza de las sustancias y procesos químicos. Tenían que depender de la experimentación, las tradiciones, las cuentas de la vieja y muchas especulaciones en sus intentos de descubrir los misterios del universo físico.
Al mismo tiempo, para los alquimistas estaba claro que normalmente se conservaba «algo» en los procesos químicos, incluso en los cambios más dramáticos de estado físico y apariencia, es decir, que las sustancias contenían algunos «principios» que podían estar ocultos bajo muchas formas externas y que podían ser revelados mediante una manipulación adecuada. A lo largo de la historia de la disciplina, los alquimistas se esforzaron en entender la naturaleza de estos principios y encontraron algún orden y sentido en los resultados de sus experimentos químicos, que a menudo eran socavados por reactivos impuros o mal caracterizados, falta de medidas cuantitativas y nomenclatura confusa e inconsistente.
La alquimia como disciplina espiritual y filosófica
Las metas más conocidas de los alquimistas eran la transmutación de metales corrientes en oro o plata y la creación de una «panacea», un remedio que supuestamente curaría todas las enfermedades y prolongaría la vida indefinidamente. Desde la Edad Media, los alquimistas europeos invirtieron mucho esfuerzo en la búsqueda de la «piedra filosofal», una sustancia legendaria que se creía que era un ingrediente esencial para alguna de estas metas o para ambas. Los alquimistas gozaron de prestigio y apoyo durante siglos, aunque no por su búsqueda de estas metas inalcanzables ni por la especulación mística y filosófica que dominaba su literatura, sino más bien sus contribuciones mundanas a las industrias «químicas» de la época: la invención de la pólvora, el análisis y refinamiento de minerales, la metalurgia, la producción de tinta, tintes, pinturas y cosméticos, el curtido del cuero, la fabricación de cerámica y cristal, la preparación de extractos y licores, etcétera. (Parece ser que la preparación del aqua vitae, el ‘agua de la vida’, era un «experimento» bastante popular entre los alquimistas europeos.)
Por otra parte, los alquimistas nunca tuvieron voluntad para separar los aspectos físicos (químicos) de las interpretaciones metafísicas de su arte. Es más: desde la antigüedad hasta bien entrada la Edad Moderna, una física desprovista de interpretación metafísica habría sido tan insatisfactoria como una metafísica desprovista de manifestación física. Para empezar, la falta de vocabulario común para procesos y conceptos químicos, así como también la necesidad de secretismo, llevaba a los alquimistas a tomar prestados términos y símbolos de la mitología bíblica y pagana, la astrología, la cábala y otros campos místicos y esotéricos, de forma que incluso la receta química más simple terminaba pareciendo un abstruso conjuro mágico. Más aún, los alquimistas buscaron en esos campos los marcos de referencia teóricos en los que poder encajar su creciente colección de hechos experimentales inconexos.
A partir de la Edad Media, algunos alquimistas empezaron a ver cada vez más estos aspectos metafísicos como los auténticos cimientos de la alquimia y a las sustancias químicas, estados físicos y procesos materiales como meras metáforas de entidades, estados y transformaciones espirituales. De esta forma, tanto la transmutación de metales corrientes en oro como la panacea universal simbolizaban la evolución desde un estado imperfecto, enfermo, corrompible y efímero hacia un estado perfecto, sano, incorruptible y eterno; y la piedra filosofal representaba entonces alguna clave mística que haría esta evolución posible. Aplicadas al propio alquimista, esta meta gemela simbolizaba su evolución desde la ignorancia hasta la iluminación y la piedra representaba alguna verdad o poder espiritual oculto que llevaría hasta esa meta. En los textos escritos según este punto de vista, los crípticos símbolos alquímicos, diagramas e imaginería textual de las obras alquímicas tardías contienen típicamente múltiples capas de significado, alegorías y referencias a otras obras igualmente crípticas; y deben ser laboriosamente «descodificadas» para poder descubrir su auténtico significado.
Algunos investigadores humanistas ven ahora estas alegorías espirituales y metafísicas como el aspecto más auténtico y valioso de la alquimia, e incluso afirman que el desarrollo de la química a partir de la alquimia fue una «corrupción» de la tradición hermética original. Éste es el punto de vista propugnado por los seguidores actuales de la alquimia espiritual. La mayoría de los científicos, por otra parte, tienden a adoptar un punto de vista bastante opuesto: para ellos, el camino desde el lado material de la alquimia a la química moderna fue el «camino recto» en la evolución de la disciplina, mientras la rama metafísicamente orientada de la alquimia fue un «giro equivocado» que no llevó a ninguna parte. En cualquier caso, las interpretaciones ingenuas de algunos alquimistas o las fraudulentas esperanzas abrigadas por otros no disminuyen la contribución de los practicantes más sinceros.
Alquimia y astrología
La alquimia en Occidente y otros lugares donde fue ampliamente practicada estaba (y en muchos casos aún está) íntimamente relacionada y entrelazada con la astrología tradicional al estilo griego-babilónico. En muchos sentidos fueron desarrolladas para complementarse una a la otra en la búsqueda del conocimiento oculto. Tradicionalmente, cada uno de los siete cuerpos celestes del sistema solar que conocían los antiguos estaba asociado con, ejercía el dominio sobre, y gobernaba un determinado metal.
La lista de gobiernos era la siguiente:
* El Sol gobernaba el Oro
* La Luna, la Plata
* Mercurio, el mercurio
* Venus, el cobre
* Marte, el hierro
* Júpiter, el estaño
* Saturno, el plomo
Algunos alquimistas/astrólogos modernos asocian obviamente:
* Urano con el uranio
* Neptuno, neptunio
* Plutón, plutonio
Como estos últimos planetas y metales mencionados no habían sido descubiertos hasta hace relativamente poco, no hay base clásica ni tradicional para estas asociaciones, a diferencia de lo que ocurre con los cuerpos celestes y metales ya conocidos desde la antigüedad.
La alquimia en la época científica
Hasta el siglo XVIII la alquimia fue en realidad considerada una ciencia seria en Europa: por ejemplo, Isaac Newton dedicó considerablemente más tiempo y escritos al estudio de la alquimia que a la óptica o la física, por las que es famoso. Otros eminentes alquimistas del mundo occidental son Roger Bacon, Santo Tomás de Aquino, Tycho Brahe, Thomas Browne y Parmigianino. El declive de la alquimia empezó en el siglo XVIII con el nacimiento de la química moderna, que proporcionó un marco más preciso y fiable a las transmutaciones materiales y a la medicina, dentro de un nuevo diseño general del universo basado en el materialismo racional.
En la primera mitad del siglo XIX un conocido químico, el barón Carl Reichenbach, trabajó sobre conceptos parecidos a la antigua alquimia tales como la fuerza ódica, pero su trabajo no entró en la corriente dominante de la discusión científica.
La transmutación de la materia, antigua meta de la alquimia, disfrutó de un momento dulce en el siglo XX cuando los físicos lograron convertir átomos de plomo en átomos de oro mediante reacciones nucleares. Sin embargo, los nuevos átomos de oro, al ser isótopos inestables, resistían menos de cinco segundos antes de desintegrarse. Más recientemente, informes de transmutación de elementos pesados —mediante electrólisis o cavitación sónica— fueron el origen de la controversia sobre fusión fría de 1989. Ninguno de estos hallazgos ha podido ser aún reproducido con fiabilidad.
El simbolismo alquímico ha sido usado ocasionalmente en el siglo XX por psicólogos y filósofos. Carl Jung revisó el simbolismo y teoría alquímicos y empezó a revelar el significado profundo del trabajo alquimista como una senda espiritual. La filosofía, los símbolos y los métodos alquímicos han gozado de un cierto renacimiento en contextos postmodernos tales como el movimiento Nueva Era.
La alquimia como objeto de investigación histórica
La historia de la alquimia se ha convertido en un vigoroso campo académico. A medida que el oscuro lenguaje hermético de los alquimistas va siendo gradualmente «descifrado», los historiadores van haciéndose más conscientes de las conexiones intelectuales entre esa disciplina y otras facetas de la historia cultural occidental, tales como la sociología y la psicología de comunidades intelectuales, el cabalismo, el espiritualismo, el rosacrucismo y otros movimientos místicos, la criptografía, la brujería y la evolución de la ciencia y la filosofía.
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Etimología
La palabra alquimia procede del árabe al-kīmiyaˀ (الكيمياء) o al-khīmiyaˀ (الخيمياء), que podría estar formada por el artículo al- y la palabra griega khumeia (χυμεία), que significa ‘echar juntos’, ‘verter juntos’, ‘soldar’, ‘alear’, etcétera (de khumatos, ‘lo que se vierte’, ‘lingote’, o del persa kimia, ‘oro’). Un decreto de Diocleciano, escrito sobre el 300 dC en griego, arremete contra «los antiguos escritos de los egipcios, que tratan sobre la khēmia [‘transmutación’] del oro y la plata». La palabra árabe kīmiyaˀ, sin el artículo, ha dado lugar a ‘química’ en castellano y otras lenguas, y al-kīmiyaˀ significa, en árabe moderno, ‘la química’.
Se ha sugerido que la palabra árabe al-kīmiyaˀ significa en realidad, originariamente, ‘la [ciencia] egipcia’, tomando prestada del copto la palabra kēme, ‘Egipto’ (o su equivalente en el dialecto medieval bohaírico del copto, khēme). La palabra copta deriva del demótico kmỉ, y éste a su vez del egipcio antiguo kmt. Esta última palabra designaba tanto al país como al color ‘negro’ (Egipto era la ‘tierra negra’, en contraste con la ‘tierra roja’, el desierto circundante), por lo que esta etimología podría también explicar el apodo de ‘magia negra egipcia’. Sin embargo, esta teoría puede ser sólo un ejemplo de etimología popular.
En la Edad Media se solía usar la expresión ars chimica para aludir a la alquimia.
A veces se considera a la palabra crisopeya sinónimo de alquimia, pero ésta es mucho más que la mera búsqueda del método para fabricar oro. La palabra crisopeya viene del griego χρυσoσ, ‘oro’, y πoιεω, ‘hacer’. El prefijo criso entra en la formación de palabras en que interviene el oro, como crisoterapia (tratamiento de ciertas enfermedades por medio de sales de oro).
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Historia
La alquimia comprende varias tradiciones filosóficas abarcando cerca de cuatro milenios y tres continentes. La general predilección de estas tradiciones por el lenguaje críptico y simbólico hace que resulte difícil trazar sus mutuas influencias y relaciones «genéticas».
Pueden distinguirse al menos dos tendencias principales, que parecen ser ampliamente independientes, al menos en sus primeras etapas: la alquimia china, centrada en China y su zona de influencia cultural, y la alquimia occidental, cuyo centro se desplazó a lo largo del tiempo entre Egipto, Grecia y Roma, el mundo islámico, y finalmente de nuevo Europa. La alquimia china estaba íntimamente relacionada con el taoísmo, mientras que la alquimia occidental desarrolló su propio sistema filosófico, con relaciones sólo superficiales con las principales religiones occidentales. Aún está abierta la cuestión de si estas dos ramas comparten un origen común o hasta qué extremo se influyeron una a la otra.
La alquimia en el antiguo Egipto
El origen de la alquimia occidental puede generalmente situarse en el Antiguo Egipto faraónico. La metalurgia y el misticismo estaban inexorablemente unidas en el mundo antiguo, pues la transformación de oscuro mineral en brillante metal debe haber parecido un acto de magia gobernado por misteriosas leyes. Se afirma pues que la alquimia era en el Antiguo Egipto el dominio de la clase sacerdotal.
La alquimia egipcia es conocida principalmente a través de los escritos de antiguos filósofos griegos (helénicos), que a su vez han sobrevivido a menudo sólo en traducciones islámicas. Prácticamente no se ha conservado ningún documento egipcio original sobre la alquimia. Estos escritos, si existieron, probablemente se perdieron cuando el emperador Diocleciano ordenó la quema de libros alquímicos tras sofocar una revuelta en Alejandría (292), que había sido un centro de alquimia egipcia.
No obstante, recientes expediciones arqueológicas han desenterrado evidencias de análisis químico durante los periodos Naqada. Por ejemplo, una herramienta de cobre fechada en esta época tiene rastros de haber sido usada de esta forma (referencia: artefacto 5437[1]). Además, el proceso de curtir pieles animales ya se conocía en el Egipto predinástico en tiempos tan antiguos como el VI milenio adC, si bien posiblemente fuera descubierto por accidente.
Otras evidencias indican claramente que los primitivos alquimistas del antiguo Egipto habían inventado el mortero de cal ya en el 4000 adC y el vidrio en el 1500 adC. La reacción química implicada en la producción del óxido de calcio es una de la más antiguas conocidas:
CaCO3 + calor ⇒ CaO + CO2
El Antiguo Egipto produjo además cosméticos, fayenza y también pez para la construcción naval. El papiro también había sido inventado en el 3000 adC.
La leyenda cuenta que el fundador de la alquimia egipcia fue el dios Thot, llamado Hermes-Thot o Hermes Trimegisto (‘Tres veces grande’) por los griegos. Según la leyenda, escribió los llamados cuarenta y dos Libros del Saber, abarcando todos los campos del conocimiento, alquimia incluida. El símbolo de Hermes era el caduceo o vara de serpiente, que llegó a ser uno de los muchos símbolos principales de la alquimia. La Tabla de Esmeralda o Hermética de Hermes Trimegisto, conocida sólo por traducciones griegas y árabes, es normalmente considerada la base de la filosofía y práctica alquímicas occidentales, llamada filosofía hermética por sus primeros seguidores.
El primer punto de la Tabla de Esmeralda cuenta el propósito de la ciencia hermética: «en verdad ciertamente y sin duda, todo lo que está abajo es como lo que está arriba, y todo lo que está arriba es como lo que está abajo, para realizar los milagros de una cosa» (Burckhardt, p. 196-7). Ésta es la creencia macrocosmos-microcosmos principal para la filosofía hermética. En otras palabras, el cuerpo humano (el microcosmos) se ve afectado por el mundo exterior (el macrocosmos), que incluye los cielos a través de la astrología y la tierra a través de los elementos (Burckhardt, p. 34-42).
Se ha especulado con que un acertijo de la Tabla de Esmeralda («fue llevado en el vientre por el viento») alude a la destilación de oxígeno a partir de salitre, un proceso que era desconocido en Europa hasta su (re)descubrimiento por Sendivogius en el siglo XVII.
En el siglo IV adC, los macedonios grecoparlantes conquistaron Egipto y fundaron la ciudad de Alejandría en 332. Esto los puso en contacto con las ideas egipcias (véase «La alquimia en el mundo griego» más abajo).
La alquimia china
Mientras la alquimia occidental terminó centrándose en la transmutación de metales corrientes en otros nobles, la alquimia china tuvo una conexión más obvia con la medicina. La piedra filosofal de los alquimistas europeos puede ser comparada con el gran elixir de la inmortalidad perseguido por los alquimistas chinos. Sin embargo, en la visión hermética, estas dos metas no estaban desconectadas y la piedra filosofal era con frecuencia equiparada a la panacea universal. Por tanto, las dos tradiciones pueden haber tenido más en común de lo que inicialmente parece.
La pólvora puede haber sido una importante invención de los alquimistas chinos. Descrita en textos del siglo IX y usada en fuegos artificiales en el siglo X, fue empleada en cañones sobre 1290. Desde China, el uso de la pólvora se extendió a Japón, los mongoles, el mundo árabe y Europa. La pólvora fue usada por los mongoles contra los húngaros en 1241 y en Europa a partir del siglo XIV.
La alquimia china estaba estrechamente relacionada con las formas taoístas de la medicina tradicional china, tales como la acupuntura y la moxibustión, y con artes marciales como el Tai Chi Chuan y el Kung Fu (aunque algunas escuelas de Tai Chi creen que su arte deriva de las ramas filosófica o higiénica del taoísmo, no de la alquímica).
La alquimia india
Poco se conoce en Occidente sobre el carácter y la historia de la alquimia india. Un alquimista persa del siglo XI llamado al-Biruni informó que «tienen una ciencia parecida a la alquimia que es bastante característica de ellos, a la que llaman Rasayāna, en persa Rasavātam. Significa el arte de obtener y manipular Rasa, néctar, mercurio, zumo. Este arte está restringido a ciertas operaciones, metales, drogas, compuestos y medicinas, la mayoría de los cuales tienen mercurio como ingrediente principal. Sus principios devuelven la salud a aquellos enfermos que estaban desahuciados y la juventud a los marchitos ancianos.» Sin embargo, sí es seguro que la alquimia india, como toda su ciencia, se centra en lograr el Moksha: la perfección, la inmortalidad, la liberación. Así, concentra sus esfuerzos en hacer inmortal el cuerpo humano. Son muchas las historias tradicionales de alquimistas aún vivos desde tiempo inmemorial gracias a los efectos de sus experimentos.
Los textos de medicina y ciencia ayurvédica tienen aspectos relacionados con la alquimia, como tener curas para todas las enfermedades conocidas y métodos para tratar a los enfermos mediante la unción de aceites. El mejor ejemplo de texto basado en esta ciencia es el Vaishashik Darshana de Kanada (sobre 600 adC), quien describía una teoría atómica cerca de un siglo antes que Demócrito.
Dado que la alquimia terminaría integrada en el vasto campo de la erudición india, las influencias de otras doctrinas metafísicas y filosóficas como el Samkhya, el Yoga, el Vaisheshika y el Ayurveda fueron inevitables. Sin embargo, la mayoría de los textos Rasayāna tienen sus raíces en las escuelas tántricas Kaula relacionadas con las enseñanzas de la personalidad de Matsyendranath.
El Rasayāna era entendido por muy poca gente en aquella época. Dos famosos ejemplos eran Nagarjunacharya y Nityanadhiya. El primero era un monje budista que, en tiempos antiguos, dirigía la gran universidad de Nagarjuna Sagar. Su conocido libro, Rasaratanakaram, es un famoso ejemplo de la antigua medicina india.
En la terminología médica tradicional india rasa se traduce como ‘mercurio’, y se decía que Nagarjunacharya había desarrollado un método para convertirlo en oro. La mayoría de sus obras originales se han perdido, pero sus enseñanzas tienen aún una fuerte influencia en la medicina tradicional india (Āyur Veda).
La alquimia en el mundo griego
La ciudad griega de Alejandría en Egipto era un centro de saber alquímico que retuvo su preeminencia durante la mayor parte de las eras griega y romana. Los griegos se apropiaron de las creencias herméticas egipcias y las unieron con las filosofías pitagórica, jonista y gnóstica. La filosofía pitagórica es, esencialmente, la creencia en que los números gobiernan el universo, surgida de las observaciones del sonido, las estrellas y formas geométricas como los triángulos o cualquiera de la que pueda derivarse una razón. El pensamiento jonista se basaba en la creencia en que el universo podía ser explicado mediante la concentración en los fenómenos naturales; se cree que esta filosofía fue iniciada por Tales y su pupilo Anaximandro y posteriormente desarrollada por Platón y Aristóteles, cuyas obras llegaron a ser una parte integral de la alquimia. Según esta creencia, el universo puede ser descrito por unas pocas leyes unificadas que pueden determinarse sólo mediante cuidadosas, minuciosas y arduas exploraciones filosóficas. El tercer componente introducido a la filosofía hermética por los griegos fue el gnosticismo, una creencia, extendida en el Imperio Romano cristiano, en que el mundo es imperfecto porque fue creado de manera imperfecta y que el aprendizaje sobre la naturaleza de la sustancia espiritual llevaría a la salvación. Incluso creían que Dios no «creó» el universo en el sentido clásico, sino que el universo fue creado «de» él pero se corrompió en el proceso (en lugar de corromperse por las transgresiones de Adán y Eva, es decir, por el pecado original). Según las creencias gnósticas, al adorar el cosmos, la naturaleza o las criaturas del mundo, uno adora al Dios Verdadero. Los gnósticos no buscaban la salvación del pecado, sino que perseguían huir de la ignorancia, creyendo que el pecado es meramente una consecuencia de ésta. También absorbieron las teorías platónicas y neoplatónicas sobre los universales y la omnipotencia de Dios.
Un concepto muy importante introducido en esta época, concebido por Empédocles y desarrollado por Aristóteles, fue que todas las cosas del universo estaban formadas por sólo cuatro elementos: tierra, aire, agua y fuego. Según Aristóteles, cada elemento tenía una esfera a la que pertenecía y a la que regresaría si se le dejaba intacto (Lindsay, p. 16).
Los cuatro elementos de los griegos eran aspectos mayoritariamente cualitativos de la materia y no cuantitativos como lo son nuestros elementos modernos. «... La auténtica alquimia nunca trató la tierra, el aire, el agua y el fuego como sustancias corpóreas o químicas en el sentido actual de la palabra. Los cuatro elementos era simplemente las cualidades primarias y más generales por medio de las cuales la sustancia amorfa y puramente cuantitativa de todos los cuerpos se presentaba primero en una forma diferenciada.» (Hitch**thingy**, p. 66) Alquimistas posteriores (si puede llamarse así a Platón y Aristóteles) desarrollaron extensivamente los aspectos místicos de este concepto.
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Información sacada de: Wikipedia
La alquimia occidental ha estado siempre estrechamente relacionada con el hermetismo, un sistema filosófico y espiritual que tiene sus raíces en Hermes Trimegisto, una deidad sincrética grecoegipcia y legendario alquimista. Estas dos disciplinas influyeron en el nacimiento del rosacrucismo, un importante movimiento esotérico del siglo XVII. En el transcurso de los comienzos de la época moderna, mientras la alquimia dominante evolucionaba en la actual química, sus aspectos místicos y herméticos se convirtieron en el centro de interés de una nueva alquimia espiritual, en la que las manipulaciones materiales eran consideradas meros símbolos de transformaciones espirituales.
Actualmente la disciplina es de interés principalmente para los historiadores de la ciencia y la filosofía, así como por sus aspectos místicos, esotéricos y artísticos. No obstante, la alquimia fue una de las principales precursoras de las ciencias modernas, y debemos a los antiguos alquimistas el descubrimiento de muchas sustancias y procesos que son pilares fundamentales de las actuales industrias química y metalúrgica.
Aunque la alquimia adopta muchas formas, en la cultura popular es citada con mayor frecuencia en historias y películas como el proceso usado para transformar plomo (u otros elementos) en oro.
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La alquimia como protociencia
La percepción común de los alquimistas es que eran pseudocientíficos, excéntricos y charlatanes que intentaban convertir plomo en oro, creían que el universo estaba compuesto de los cuatro elementos clásicos (tierra, aire, fuego y agua) y empleaban la mayor parte de su tiempo elaborando remedios milagrosos, venenos y pociones mágicas.
Aunque algunos alquimistas eran efectivamente excéntricos y charlatanes, la mayoría eran investigadores inteligentes y bien intencionados, e incluso distinguidos científicos, como Isaac Newton y Robert Boyle. Estos innovadores intentaron explorar e investigar la naturaleza de las sustancias y procesos químicos. Tenían que depender de la experimentación, las tradiciones, las cuentas de la vieja y muchas especulaciones en sus intentos de descubrir los misterios del universo físico.
Al mismo tiempo, para los alquimistas estaba claro que normalmente se conservaba «algo» en los procesos químicos, incluso en los cambios más dramáticos de estado físico y apariencia, es decir, que las sustancias contenían algunos «principios» que podían estar ocultos bajo muchas formas externas y que podían ser revelados mediante una manipulación adecuada. A lo largo de la historia de la disciplina, los alquimistas se esforzaron en entender la naturaleza de estos principios y encontraron algún orden y sentido en los resultados de sus experimentos químicos, que a menudo eran socavados por reactivos impuros o mal caracterizados, falta de medidas cuantitativas y nomenclatura confusa e inconsistente.
La alquimia como disciplina espiritual y filosófica
Las metas más conocidas de los alquimistas eran la transmutación de metales corrientes en oro o plata y la creación de una «panacea», un remedio que supuestamente curaría todas las enfermedades y prolongaría la vida indefinidamente. Desde la Edad Media, los alquimistas europeos invirtieron mucho esfuerzo en la búsqueda de la «piedra filosofal», una sustancia legendaria que se creía que era un ingrediente esencial para alguna de estas metas o para ambas. Los alquimistas gozaron de prestigio y apoyo durante siglos, aunque no por su búsqueda de estas metas inalcanzables ni por la especulación mística y filosófica que dominaba su literatura, sino más bien sus contribuciones mundanas a las industrias «químicas» de la época: la invención de la pólvora, el análisis y refinamiento de minerales, la metalurgia, la producción de tinta, tintes, pinturas y cosméticos, el curtido del cuero, la fabricación de cerámica y cristal, la preparación de extractos y licores, etcétera. (Parece ser que la preparación del aqua vitae, el ‘agua de la vida’, era un «experimento» bastante popular entre los alquimistas europeos.)
Por otra parte, los alquimistas nunca tuvieron voluntad para separar los aspectos físicos (químicos) de las interpretaciones metafísicas de su arte. Es más: desde la antigüedad hasta bien entrada la Edad Moderna, una física desprovista de interpretación metafísica habría sido tan insatisfactoria como una metafísica desprovista de manifestación física. Para empezar, la falta de vocabulario común para procesos y conceptos químicos, así como también la necesidad de secretismo, llevaba a los alquimistas a tomar prestados términos y símbolos de la mitología bíblica y pagana, la astrología, la cábala y otros campos místicos y esotéricos, de forma que incluso la receta química más simple terminaba pareciendo un abstruso conjuro mágico. Más aún, los alquimistas buscaron en esos campos los marcos de referencia teóricos en los que poder encajar su creciente colección de hechos experimentales inconexos.
A partir de la Edad Media, algunos alquimistas empezaron a ver cada vez más estos aspectos metafísicos como los auténticos cimientos de la alquimia y a las sustancias químicas, estados físicos y procesos materiales como meras metáforas de entidades, estados y transformaciones espirituales. De esta forma, tanto la transmutación de metales corrientes en oro como la panacea universal simbolizaban la evolución desde un estado imperfecto, enfermo, corrompible y efímero hacia un estado perfecto, sano, incorruptible y eterno; y la piedra filosofal representaba entonces alguna clave mística que haría esta evolución posible. Aplicadas al propio alquimista, esta meta gemela simbolizaba su evolución desde la ignorancia hasta la iluminación y la piedra representaba alguna verdad o poder espiritual oculto que llevaría hasta esa meta. En los textos escritos según este punto de vista, los crípticos símbolos alquímicos, diagramas e imaginería textual de las obras alquímicas tardías contienen típicamente múltiples capas de significado, alegorías y referencias a otras obras igualmente crípticas; y deben ser laboriosamente «descodificadas» para poder descubrir su auténtico significado.
Algunos investigadores humanistas ven ahora estas alegorías espirituales y metafísicas como el aspecto más auténtico y valioso de la alquimia, e incluso afirman que el desarrollo de la química a partir de la alquimia fue una «corrupción» de la tradición hermética original. Éste es el punto de vista propugnado por los seguidores actuales de la alquimia espiritual. La mayoría de los científicos, por otra parte, tienden a adoptar un punto de vista bastante opuesto: para ellos, el camino desde el lado material de la alquimia a la química moderna fue el «camino recto» en la evolución de la disciplina, mientras la rama metafísicamente orientada de la alquimia fue un «giro equivocado» que no llevó a ninguna parte. En cualquier caso, las interpretaciones ingenuas de algunos alquimistas o las fraudulentas esperanzas abrigadas por otros no disminuyen la contribución de los practicantes más sinceros.
Alquimia y astrología
La alquimia en Occidente y otros lugares donde fue ampliamente practicada estaba (y en muchos casos aún está) íntimamente relacionada y entrelazada con la astrología tradicional al estilo griego-babilónico. En muchos sentidos fueron desarrolladas para complementarse una a la otra en la búsqueda del conocimiento oculto. Tradicionalmente, cada uno de los siete cuerpos celestes del sistema solar que conocían los antiguos estaba asociado con, ejercía el dominio sobre, y gobernaba un determinado metal.
La lista de gobiernos era la siguiente:
* El Sol gobernaba el Oro
* La Luna, la Plata
* Mercurio, el mercurio
* Venus, el cobre
* Marte, el hierro
* Júpiter, el estaño
* Saturno, el plomo
Algunos alquimistas/astrólogos modernos asocian obviamente:
* Urano con el uranio
* Neptuno, neptunio
* Plutón, plutonio
Como estos últimos planetas y metales mencionados no habían sido descubiertos hasta hace relativamente poco, no hay base clásica ni tradicional para estas asociaciones, a diferencia de lo que ocurre con los cuerpos celestes y metales ya conocidos desde la antigüedad.
La alquimia en la época científica
Hasta el siglo XVIII la alquimia fue en realidad considerada una ciencia seria en Europa: por ejemplo, Isaac Newton dedicó considerablemente más tiempo y escritos al estudio de la alquimia que a la óptica o la física, por las que es famoso. Otros eminentes alquimistas del mundo occidental son Roger Bacon, Santo Tomás de Aquino, Tycho Brahe, Thomas Browne y Parmigianino. El declive de la alquimia empezó en el siglo XVIII con el nacimiento de la química moderna, que proporcionó un marco más preciso y fiable a las transmutaciones materiales y a la medicina, dentro de un nuevo diseño general del universo basado en el materialismo racional.
En la primera mitad del siglo XIX un conocido químico, el barón Carl Reichenbach, trabajó sobre conceptos parecidos a la antigua alquimia tales como la fuerza ódica, pero su trabajo no entró en la corriente dominante de la discusión científica.
La transmutación de la materia, antigua meta de la alquimia, disfrutó de un momento dulce en el siglo XX cuando los físicos lograron convertir átomos de plomo en átomos de oro mediante reacciones nucleares. Sin embargo, los nuevos átomos de oro, al ser isótopos inestables, resistían menos de cinco segundos antes de desintegrarse. Más recientemente, informes de transmutación de elementos pesados —mediante electrólisis o cavitación sónica— fueron el origen de la controversia sobre fusión fría de 1989. Ninguno de estos hallazgos ha podido ser aún reproducido con fiabilidad.
El simbolismo alquímico ha sido usado ocasionalmente en el siglo XX por psicólogos y filósofos. Carl Jung revisó el simbolismo y teoría alquímicos y empezó a revelar el significado profundo del trabajo alquimista como una senda espiritual. La filosofía, los símbolos y los métodos alquímicos han gozado de un cierto renacimiento en contextos postmodernos tales como el movimiento Nueva Era.
La alquimia como objeto de investigación histórica
La historia de la alquimia se ha convertido en un vigoroso campo académico. A medida que el oscuro lenguaje hermético de los alquimistas va siendo gradualmente «descifrado», los historiadores van haciéndose más conscientes de las conexiones intelectuales entre esa disciplina y otras facetas de la historia cultural occidental, tales como la sociología y la psicología de comunidades intelectuales, el cabalismo, el espiritualismo, el rosacrucismo y otros movimientos místicos, la criptografía, la brujería y la evolución de la ciencia y la filosofía.
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Etimología
La palabra alquimia procede del árabe al-kīmiyaˀ (الكيمياء) o al-khīmiyaˀ (الخيمياء), que podría estar formada por el artículo al- y la palabra griega khumeia (χυμεία), que significa ‘echar juntos’, ‘verter juntos’, ‘soldar’, ‘alear’, etcétera (de khumatos, ‘lo que se vierte’, ‘lingote’, o del persa kimia, ‘oro’). Un decreto de Diocleciano, escrito sobre el 300 dC en griego, arremete contra «los antiguos escritos de los egipcios, que tratan sobre la khēmia [‘transmutación’] del oro y la plata». La palabra árabe kīmiyaˀ, sin el artículo, ha dado lugar a ‘química’ en castellano y otras lenguas, y al-kīmiyaˀ significa, en árabe moderno, ‘la química’.
Se ha sugerido que la palabra árabe al-kīmiyaˀ significa en realidad, originariamente, ‘la [ciencia] egipcia’, tomando prestada del copto la palabra kēme, ‘Egipto’ (o su equivalente en el dialecto medieval bohaírico del copto, khēme). La palabra copta deriva del demótico kmỉ, y éste a su vez del egipcio antiguo kmt. Esta última palabra designaba tanto al país como al color ‘negro’ (Egipto era la ‘tierra negra’, en contraste con la ‘tierra roja’, el desierto circundante), por lo que esta etimología podría también explicar el apodo de ‘magia negra egipcia’. Sin embargo, esta teoría puede ser sólo un ejemplo de etimología popular.
En la Edad Media se solía usar la expresión ars chimica para aludir a la alquimia.
A veces se considera a la palabra crisopeya sinónimo de alquimia, pero ésta es mucho más que la mera búsqueda del método para fabricar oro. La palabra crisopeya viene del griego χρυσoσ, ‘oro’, y πoιεω, ‘hacer’. El prefijo criso entra en la formación de palabras en que interviene el oro, como crisoterapia (tratamiento de ciertas enfermedades por medio de sales de oro).
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Historia
La alquimia comprende varias tradiciones filosóficas abarcando cerca de cuatro milenios y tres continentes. La general predilección de estas tradiciones por el lenguaje críptico y simbólico hace que resulte difícil trazar sus mutuas influencias y relaciones «genéticas».
Pueden distinguirse al menos dos tendencias principales, que parecen ser ampliamente independientes, al menos en sus primeras etapas: la alquimia china, centrada en China y su zona de influencia cultural, y la alquimia occidental, cuyo centro se desplazó a lo largo del tiempo entre Egipto, Grecia y Roma, el mundo islámico, y finalmente de nuevo Europa. La alquimia china estaba íntimamente relacionada con el taoísmo, mientras que la alquimia occidental desarrolló su propio sistema filosófico, con relaciones sólo superficiales con las principales religiones occidentales. Aún está abierta la cuestión de si estas dos ramas comparten un origen común o hasta qué extremo se influyeron una a la otra.
La alquimia en el antiguo Egipto
El origen de la alquimia occidental puede generalmente situarse en el Antiguo Egipto faraónico. La metalurgia y el misticismo estaban inexorablemente unidas en el mundo antiguo, pues la transformación de oscuro mineral en brillante metal debe haber parecido un acto de magia gobernado por misteriosas leyes. Se afirma pues que la alquimia era en el Antiguo Egipto el dominio de la clase sacerdotal.
La alquimia egipcia es conocida principalmente a través de los escritos de antiguos filósofos griegos (helénicos), que a su vez han sobrevivido a menudo sólo en traducciones islámicas. Prácticamente no se ha conservado ningún documento egipcio original sobre la alquimia. Estos escritos, si existieron, probablemente se perdieron cuando el emperador Diocleciano ordenó la quema de libros alquímicos tras sofocar una revuelta en Alejandría (292), que había sido un centro de alquimia egipcia.
No obstante, recientes expediciones arqueológicas han desenterrado evidencias de análisis químico durante los periodos Naqada. Por ejemplo, una herramienta de cobre fechada en esta época tiene rastros de haber sido usada de esta forma (referencia: artefacto 5437[1]). Además, el proceso de curtir pieles animales ya se conocía en el Egipto predinástico en tiempos tan antiguos como el VI milenio adC, si bien posiblemente fuera descubierto por accidente.
Otras evidencias indican claramente que los primitivos alquimistas del antiguo Egipto habían inventado el mortero de cal ya en el 4000 adC y el vidrio en el 1500 adC. La reacción química implicada en la producción del óxido de calcio es una de la más antiguas conocidas:
CaCO3 + calor ⇒ CaO + CO2
El Antiguo Egipto produjo además cosméticos, fayenza y también pez para la construcción naval. El papiro también había sido inventado en el 3000 adC.
La leyenda cuenta que el fundador de la alquimia egipcia fue el dios Thot, llamado Hermes-Thot o Hermes Trimegisto (‘Tres veces grande’) por los griegos. Según la leyenda, escribió los llamados cuarenta y dos Libros del Saber, abarcando todos los campos del conocimiento, alquimia incluida. El símbolo de Hermes era el caduceo o vara de serpiente, que llegó a ser uno de los muchos símbolos principales de la alquimia. La Tabla de Esmeralda o Hermética de Hermes Trimegisto, conocida sólo por traducciones griegas y árabes, es normalmente considerada la base de la filosofía y práctica alquímicas occidentales, llamada filosofía hermética por sus primeros seguidores.
El primer punto de la Tabla de Esmeralda cuenta el propósito de la ciencia hermética: «en verdad ciertamente y sin duda, todo lo que está abajo es como lo que está arriba, y todo lo que está arriba es como lo que está abajo, para realizar los milagros de una cosa» (Burckhardt, p. 196-7). Ésta es la creencia macrocosmos-microcosmos principal para la filosofía hermética. En otras palabras, el cuerpo humano (el microcosmos) se ve afectado por el mundo exterior (el macrocosmos), que incluye los cielos a través de la astrología y la tierra a través de los elementos (Burckhardt, p. 34-42).
Se ha especulado con que un acertijo de la Tabla de Esmeralda («fue llevado en el vientre por el viento») alude a la destilación de oxígeno a partir de salitre, un proceso que era desconocido en Europa hasta su (re)descubrimiento por Sendivogius en el siglo XVII.
En el siglo IV adC, los macedonios grecoparlantes conquistaron Egipto y fundaron la ciudad de Alejandría en 332. Esto los puso en contacto con las ideas egipcias (véase «La alquimia en el mundo griego» más abajo).
La alquimia china
Mientras la alquimia occidental terminó centrándose en la transmutación de metales corrientes en otros nobles, la alquimia china tuvo una conexión más obvia con la medicina. La piedra filosofal de los alquimistas europeos puede ser comparada con el gran elixir de la inmortalidad perseguido por los alquimistas chinos. Sin embargo, en la visión hermética, estas dos metas no estaban desconectadas y la piedra filosofal era con frecuencia equiparada a la panacea universal. Por tanto, las dos tradiciones pueden haber tenido más en común de lo que inicialmente parece.
La pólvora puede haber sido una importante invención de los alquimistas chinos. Descrita en textos del siglo IX y usada en fuegos artificiales en el siglo X, fue empleada en cañones sobre 1290. Desde China, el uso de la pólvora se extendió a Japón, los mongoles, el mundo árabe y Europa. La pólvora fue usada por los mongoles contra los húngaros en 1241 y en Europa a partir del siglo XIV.
La alquimia china estaba estrechamente relacionada con las formas taoístas de la medicina tradicional china, tales como la acupuntura y la moxibustión, y con artes marciales como el Tai Chi Chuan y el Kung Fu (aunque algunas escuelas de Tai Chi creen que su arte deriva de las ramas filosófica o higiénica del taoísmo, no de la alquímica).
La alquimia india
Poco se conoce en Occidente sobre el carácter y la historia de la alquimia india. Un alquimista persa del siglo XI llamado al-Biruni informó que «tienen una ciencia parecida a la alquimia que es bastante característica de ellos, a la que llaman Rasayāna, en persa Rasavātam. Significa el arte de obtener y manipular Rasa, néctar, mercurio, zumo. Este arte está restringido a ciertas operaciones, metales, drogas, compuestos y medicinas, la mayoría de los cuales tienen mercurio como ingrediente principal. Sus principios devuelven la salud a aquellos enfermos que estaban desahuciados y la juventud a los marchitos ancianos.» Sin embargo, sí es seguro que la alquimia india, como toda su ciencia, se centra en lograr el Moksha: la perfección, la inmortalidad, la liberación. Así, concentra sus esfuerzos en hacer inmortal el cuerpo humano. Son muchas las historias tradicionales de alquimistas aún vivos desde tiempo inmemorial gracias a los efectos de sus experimentos.
Los textos de medicina y ciencia ayurvédica tienen aspectos relacionados con la alquimia, como tener curas para todas las enfermedades conocidas y métodos para tratar a los enfermos mediante la unción de aceites. El mejor ejemplo de texto basado en esta ciencia es el Vaishashik Darshana de Kanada (sobre 600 adC), quien describía una teoría atómica cerca de un siglo antes que Demócrito.
Dado que la alquimia terminaría integrada en el vasto campo de la erudición india, las influencias de otras doctrinas metafísicas y filosóficas como el Samkhya, el Yoga, el Vaisheshika y el Ayurveda fueron inevitables. Sin embargo, la mayoría de los textos Rasayāna tienen sus raíces en las escuelas tántricas Kaula relacionadas con las enseñanzas de la personalidad de Matsyendranath.
El Rasayāna era entendido por muy poca gente en aquella época. Dos famosos ejemplos eran Nagarjunacharya y Nityanadhiya. El primero era un monje budista que, en tiempos antiguos, dirigía la gran universidad de Nagarjuna Sagar. Su conocido libro, Rasaratanakaram, es un famoso ejemplo de la antigua medicina india.
En la terminología médica tradicional india rasa se traduce como ‘mercurio’, y se decía que Nagarjunacharya había desarrollado un método para convertirlo en oro. La mayoría de sus obras originales se han perdido, pero sus enseñanzas tienen aún una fuerte influencia en la medicina tradicional india (Āyur Veda).
La alquimia en el mundo griego
La ciudad griega de Alejandría en Egipto era un centro de saber alquímico que retuvo su preeminencia durante la mayor parte de las eras griega y romana. Los griegos se apropiaron de las creencias herméticas egipcias y las unieron con las filosofías pitagórica, jonista y gnóstica. La filosofía pitagórica es, esencialmente, la creencia en que los números gobiernan el universo, surgida de las observaciones del sonido, las estrellas y formas geométricas como los triángulos o cualquiera de la que pueda derivarse una razón. El pensamiento jonista se basaba en la creencia en que el universo podía ser explicado mediante la concentración en los fenómenos naturales; se cree que esta filosofía fue iniciada por Tales y su pupilo Anaximandro y posteriormente desarrollada por Platón y Aristóteles, cuyas obras llegaron a ser una parte integral de la alquimia. Según esta creencia, el universo puede ser descrito por unas pocas leyes unificadas que pueden determinarse sólo mediante cuidadosas, minuciosas y arduas exploraciones filosóficas. El tercer componente introducido a la filosofía hermética por los griegos fue el gnosticismo, una creencia, extendida en el Imperio Romano cristiano, en que el mundo es imperfecto porque fue creado de manera imperfecta y que el aprendizaje sobre la naturaleza de la sustancia espiritual llevaría a la salvación. Incluso creían que Dios no «creó» el universo en el sentido clásico, sino que el universo fue creado «de» él pero se corrompió en el proceso (en lugar de corromperse por las transgresiones de Adán y Eva, es decir, por el pecado original). Según las creencias gnósticas, al adorar el cosmos, la naturaleza o las criaturas del mundo, uno adora al Dios Verdadero. Los gnósticos no buscaban la salvación del pecado, sino que perseguían huir de la ignorancia, creyendo que el pecado es meramente una consecuencia de ésta. También absorbieron las teorías platónicas y neoplatónicas sobre los universales y la omnipotencia de Dios.
Un concepto muy importante introducido en esta época, concebido por Empédocles y desarrollado por Aristóteles, fue que todas las cosas del universo estaban formadas por sólo cuatro elementos: tierra, aire, agua y fuego. Según Aristóteles, cada elemento tenía una esfera a la que pertenecía y a la que regresaría si se le dejaba intacto (Lindsay, p. 16).
Los cuatro elementos de los griegos eran aspectos mayoritariamente cualitativos de la materia y no cuantitativos como lo son nuestros elementos modernos. «... La auténtica alquimia nunca trató la tierra, el aire, el agua y el fuego como sustancias corpóreas o químicas en el sentido actual de la palabra. Los cuatro elementos era simplemente las cualidades primarias y más generales por medio de las cuales la sustancia amorfa y puramente cuantitativa de todos los cuerpos se presentaba primero en una forma diferenciada.» (Hitch**thingy**, p. 66) Alquimistas posteriores (si puede llamarse así a Platón y Aristóteles) desarrollaron extensivamente los aspectos místicos de este concepto.
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